Muchos seres humanos han sido privilegiados por contar con una madre amorosa que los escucha, que se toma el tiempo para estar a su lado, que les reconoce sus logros, que les prodiga caricias sin importarle la edad del hijo, que con una disciplina cariñosa les enseña principios y valores.
Pero muchos otros seres humanos han vivido y viven experiencias llenas de resentimiento, dolor y decepción con sus madres.
Han tenido que aprender a transitar por el sendero del abandono, la injusticia, la desilusión o de la culpa.
Sin embargo, dice Carl Gustav Jung que:
«aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma.»
Aprender de nuestras cicatrices es la opción transformadora. El vínculo amoroso e imperfecto que tenemos con nuestra madre se convierte en el estambre con el que tejemos historias agridulces.
Y seamos hombres o mujeres, todos hemos tenido una madre con una historia personal específica, única, imperfecta.
Cuentan las historias del ser que quien armoniza el vínculo con su madre se ha reconciliado con su vida en plenitud. Y ESTO NO QUIERE DECIR QUE DEBAS METERLA EN TU VIDA SI LO QUE CONFRONTO FUE MUY DOLOROSO... SE TRATA DE TU ESTAR EN PAZ CON LO QUE FUE Y ENTENDER EL PROPOSITO MAYOR DETRÁS DE ESA SITUACIÓN
TE VEO EN MI CLASE EL TRABAJO DEL ALMA ESTE 8 DE MAYO PARA QUE ENTIENDAS A PROFUNDIDAD COMO HACER ESTE TRABAJO
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